Rompiéndole el culo a Mili (4)
Capítulo 4
¿Remordimientos?… recuerdos de cómo desflore a Viviana
¿Remordimientos?… recuerdos de cómo desflore a Viviana
Al salir por una de las puertas laterales de la universidad noté como los vigilantes comían con la mirada a Mili. Le lancé una mirada agresiva al primero que atrapé saboreando las curvas con las que yo me había deleitado, el tipo bajó la vista y se hizo el desentendido.
Su reacción me dio a entender que a mi casa no podríamos ir en transporte público. Seríamos la comidilla de todos los ojos masculinos y la envidia de los femeninos. Subimos a un taxi, en silencio. Ni bien me senté recibí un mensaje de Viviana: "No te desveles mucho, Te amo".
- Diablos a pesar de que le malogré sus planes para esta noche, ella lejos de estar enfadada se preocupa por mí… es linda… pensé.
- Te presentó a Viviana, estudia conmigo… le oí decir a mi prima, hace casi 1 año.
Era una chica de piel clara, ojos color caramelo, labios carnosos y rosados, cabello castaño. De sus curvas no podía decir mucho, vestía muy conservadoramente. Solo la manera en que su blusa se abultaba me dio una idea de la forma y dimensiones de sus senos: Medianos. Deben ser lindos, como ella, pensé.
- ¿Cómo estás?… le dije y le di un beso en la mejilla, se ruborizo, esto me robó una sonrisa.
Bailamos un par de veces, era cohibida, pero se fue soltando. Al final de la noche me encontré conversando con ella en el sillón mientras los demás bailaban. La acompañé a su casa a pesar de que me pidió que no lo hiciera, su padre era un ogro. Luego le pedí su número a mi prima, ella me advirtió:
- Viviana es una chica muy linda, muy tranquila… no es para divertirse…
- Oyeee… ¿Por qué me dices eso?… protesté.
- Porque te conozco, eres un verga loca… aunque bueno, quizás te haría bien salir con una chica como Viviana, tal vez es hora de que tengas una relación seria primito…
Con la venia de mi prima, y una amenaza, llamé a Viviana. Salimos unas cuantas veces. Al final la química que había entre nosotros terminó manifestándose en un beso. Un pequeño resbalón fue pretexto para ello.
Una noche, después de ver una película, caminábamos por un parque, cerca de la ribera del río. Al bajar de una acera, por el agua de una reciente lluvia, ella trastabilló, yo volteé para retenerla, sino se iba de bruces.
Tardó unos segundos en recobrar el equilibrio. Al final ella terminó de pie en la acera con su 1.60m y yo en la pista con mi 1.80m, digamos que en esa posición estábamos al mismo nivel. Abrazados, riéndonos por lo sucedido, tenía una espléndida sonrisa de niña, luego la risa desvaneció, nos miramos fijamente, me incliné hacia ella, en sus brillosos ojos no encontré negativa.
Mis labios se pasearon por los suyos durante segundos, minutos, me abrazaba con fuerza, sentía su respiración agitada, era un beso tierno, apasionado… pudimos estar horas así, aferrados el uno al otro… pero… un auto pasó cerca de nosotros y nos salpicó agua. Reímos nuevamente, la ayudé a bajar de la acera, esta vez nos tomábamos de la mano, sin decir nada éramos enamorados, lo sabíamos.
- Vaya… así que… así se siente un beso… me dijo suspirando.
- ¿No me digas que nunca has besado a nadie?… pregunte incrédulo.
- Pues no… respondió avergonzada.
- Entonces hay que solucionar eso... le dije jalándola a una banca.
Entre risas ella me siguió. Permanecimos buen rato entre besos y caricias, esta vez sí noté su inexperiencia, cosa que no me importó y que con los minutos fue haciéndose menos evidente. Aprendía rápido.
A medida que íbamos saliendo nuestros besos eran más continuos, prolongados, más apasionados, se alejaba de mí a veces…
- No puedo respirar… me decía, sin embargo, segundos después ella buscaba mis labios nuevamente.
Llevábamos poco más de un mes juntos. Sabía que ella era inexperta, por esa razón no le había insinuado nada hasta entonces. Pero se iba haciendo evidente que debíamos avanzar. Se lo explique.
- Si lo sé, pero debes tenerme paciencia… recién hace un mes que se lo que es un beso… se excusó tímidamente.
- Y lo haces muy bien… le dije robándole un beso.
- Además me da un poco de miedo… el acto en sí… ir a uno de esos sitios, que vergüenza… me decía.
- No te preocupes… le dije abrazándola, y agregué: Esperaré hasta que te sientas lista…
- ¿Y cómo sabré si estoy lista o no?... preguntó inocentemente.
- Lo sabrás, créeme… le dije haciendo alarde de mi experiencia.
- ¿Y si tienes que esperar un año?... me dijo mirándome.
- ¿Un año?... tampoco te pases… le dije sonriendo.
- No esperarías por mí… entonces solo buscas eso… eres igual que los demás… me dijo un poco decepcionada, alejándose de mí.
- Oye, espera. Si solo buscara placer iría a cualquier discoteca y seguramente encontraría chicas dispuestas a satisfacerse y satisfacerme. Contigo me divierto, la paso bien.
- ¿En serio?
- Si, esperaré el tiempo que sea necesario, valdrá la pena… le dije.
Me beso apasionadamente, por primera vez sentía su lengua sin inhibiciones y vaya que la usaba bien. No solo aprendía rápido, sino también parecía tener iniciativa.
Sabía que el plazo de un año era muy irreal, tal vez una idea romántica, yo me encargaría de apurar las cosas. En un año mi próstata reventaría.
Hay diferentes formas de lograr que una mujer inexperta esté contigo. Lo que generalmente se oye es el chantaje. ¿Es que no me amas? Dice el supuesto macho pidiéndole una prueba de amor, lo que a mi entender es una manera mediocre de lograr los favores de una dama.
Aunque hay otras que son peores: obligándolas a la fuerza o dándoles algún somnífero en sus bebidas. Eso ya es una aberración.
Yo me inclino más por la paciente incitación hasta llegar a la excitación. Al final es como dicen: El hombre propone y la mujer dispone.
Así fue, durante las siguientes citas era evidente que nuestros besos eran más subidos de tono, las películas casi no las veíamos. La pasión que le imprimía a cada beso me calentaba la sangre.
En los parques, cuando ella se recostaba de espaldas a mí, yo le abrazaba por la cintura, poco a poco me fui haciendo maña para tocar su piel desnuda… al principio sentí un poco de excitación en el temblorcillo que la recorrió, volteo y me dio un beso. Luego se incomodó un poco y yo empecé a acariciarle la cintura, antes que protestara algo le dije:
- Me gusta acariciar tu cintura, tu piel es tan suave…
Dicho esto, se tranquilizó un poco y me dejó tocarla. El contacto de mis manos con su piel amplificaba sus emociones, sus besos.
Una vez conquistada la cintura, ya que le gustaba y ella misma me hacía poner mis manos allí, mis manos fueron subiendo, acariciando su abdomen. No oponía resistencia a ello... el siguiente paso lógico era llegar a sus senos…
Durante una película romántica, en la cual no había muchos espectadores, entre calurosos y agitados besos mis manos fueron subiendo por su cintura, su abdomen. Cuando la sentí excitada, en un rápido movimiento mis manos pasaron por debajo de su brasier y apresaron sus medianos senos… su tersa piel, ella se sorprendió, su primera reacción fue tomar mis manos, intentar alejarlas…
- No, no está bien… me decía entre jadeos, sin dejar de besarme.
- Solo déjame acariciarte… ¿No te gusta?... le decía.
- Si… pero… no continuó con sus protestas, solo me dejo actuar.
El candor que le imprimió a sus otros besos me dio a entender que mis caricias surtían efecto. Sus manos dejaron de rechazar las mías.
- ¿Por qué avenida?... preguntó el taxista.
- Continúe por esta nomás, es más rápido… le dije sin mayor interés.
Mili seguía pensativa mirando por la ventana, solo volteó al notar que el taxista acomodaba su espejo retrovisor, tal vez para enfocar el escote de su blusa. Aunque lo primero que enfoco fue mi mirada seria y directa… creo que entendió el mensaje. Salvando la situación, acomodó para el lado correcto su espejo, mejor dicho, lo regresó a su posición original, no le resultó la treta.
Mili tomó mi mano, renació su temor hacia los viajes en taxis. Quería darle a entender a nuestro chofer que no estaba sola. Sonreí tibiamente, ella también, luego se tomó el cabello y siguió buscando en las ventanas una respuesta para nuestra situación.
- Lo que hicimos no me pareció correcto… protestó Viviana, tras caminar en silencio por más de 15 minutos.
Su expresión y su silencio ya me lo habían dado a entender desde que salimos del cine. Remordimiento, culpa, vergüenza… todas juntas.
- Está bien, si te incomoda no lo vuelvo a hacer… le dije.
Tras unos tensos minutos en nuestra banca del parque, al fin accedió a darme más respuestas que los monosílabos con los que me trato a manera de castigo. Después empezaron nuevamente los besos, las caricias… la reconciliación.
Amparado por lo oscuro de nuestra ubicación, la escasa gente que pasaba, mis manos rompieron la promesa hecha minutos antes.
- No por favor… no puedo… me decía en un lastimero pero excitado quejido.
- Está bien… no te preocupes… le dije, entendiendo que iba a demorar más de la cuenta superar esa etapa.
Aunque no demoró tanto, después de unos minutos, presa de la excitación, ella misma dirigió mis manos a su abdomen. A buen entendedor pocas palabras, el tramo restante lo salve yo, y no hubo protestas… solo las de un vigilante que a lo lejos nos apuntó con una linterna.
- Maldición… dije y salimos huyendo.
- No podremos volver a este parque… me dijo entre risas traviesas.
Luego se hizo costumbre en el cine que mis manos se pasearan por todo su pecho, jaloneando sus pezones, que hasta ese momento no había visto, solo sentido. Situación que cambie, abriéndole la blusa…
- ¿Qué haces?... me van a ver... protestaba.
- Está oscuro y hay poca gente… me excusaba.
Sus protestas terminaron cuando mis manos acariciaron sus blancos senos, sus pezones rosados… no aguante me abalancé sobre ellos y los engullí…
- Uhmmmmmm… se le escapó un sonoro gemido que afortunadamente no se escuchó por lo ruidosa de la película de acción que veíamos.
Sus manos intentaron retener mi cuerpo, pero terminaron acariciando mis cabellos mientras mis labios y mis manos acariciaban sus senos.
La siguiente ocasión, tras unos placenteros besos, ella misma se desabotonó la blusa, invitándome a succionar sus deliciosos senos.
A este punto era evidente que debíamos seguir avanzando, ya no ponía objeción a mis maniobras, más bien me invitaba a realizarlas con una incipiente lujuria que yo le había incitado.
Como mis manos habían subido por su abdomen hasta su pecho, ahora era el momento de que bajaran hasta su pubis y explorara ese rincón prohibido.
La misma estrategia, solo que esta vez sí tuve mayor resistencia, más de una vez fui rechazado… quizás por apuro mío, al saber que estaba tan cerca de tenerla. Solo cuando estuvo súper excitada dejó de oponer resistencia, más bien fue sorprendida, gratamente sorprendida por mis dedos… que como imaginaba terminaron mojados… mis caricias a sus senos habían despertado tal lubricación.
Mientras mi mano hurgaba por aquella intimidad prohibida, ella presa del nerviosismo de esta nueva sensación, no dejaba de prodigarme besos, de ahogar gemidos entre su lengua y la mía. Su inexperto cuerpo se retorcía debido al cosquilleo que mis dedos le prodigaban.
A decir verdad, fueron mis dedos los que primero se atrevieron a ingresar a ese virgen agujero, claro que no hasta romper su sello virginal, pero si hasta hacerle entender la función de un acto sexual. Al cabo de unos segundos se estremeció entre mis brazos, sus manos apretaron con fuerza mi ropa, con mi mano libre intenté callar lo sonoro del gemido de satisfacción que emitió.
- Ahhhh… uhmmmm… resonó entre mis dedos.
Luego su respiración agitada, apartó mi mano y su lengua me devolvió en unos besos lujuriosos todo el placer que le propiné. Si, mis dedos le hicieron conocer lo que era un orgasmo, lo disfrutó y sus taras acerca de lo malo que era tener relaciones sexuales se fueron cayendo. Empezó a dudar.
La siguiente ocasión, mientras se retorcía de placer en su butaca de cine, notó el tieso bulto en mi entrepierna. Quizás ya lo había sentido antes, mientras estábamos sentados, ella se recostaba en mi espalda y yo atraía su cintura a la mía. Solo que esta vez se atrevió a buscar en mi pantalón… si yo podía buscar en su pantalón porque ella no en el mío… seguramente quería prodigarme con su mano el mismo placer que yo le brindaba a ella.
Su inexperta y temblorosa mano fue rozando mi duro miembro… mi leche estaba por brotar de solo sentirla, sabiendo lo que para una chica como ella significaba dar ese paso…
Mi dedo entraba y salía de su vagina en un corto trayecto, para no violar su himen. Viviana dedujo que el mismo movimiento haría mi pene en su interior e intentó imitar lo que su estrecha conchita le haría a mi pene: cerró sus dedos alrededor de mi verga y empezó a subirla y bajarla imitando la misma frecuencia con que mis dedos ingresaban y salían de su conchita… me estaba masturbando… aunque ella aun no lo sabía, creo que tampoco sabía que yo la estaba masturbando a ella, nunca me preguntó, solo me dejo hacérselo.
Viviana primero sucumbió ante un orgasmo, pero al notarme solo un poco agitado quiso retribuirme el placer que le di. Nuevamente tomó mi pene entre sus dedos y continuó con su tarea trunca. Puede sonar a burla, pero no tarde mucho en salpicarla… sus caricias fueron por demás efectivas…
- Vaya... ¿Qué fue eso?… exclamó sorprendida.
Un poco avergonzado tuve que explicarle que al igual que ella se empapaba producto de su excitación, esta era la forma en que los hombres desfogábamos la nuestra. Le dejé mi pañuelo para que se limpiara los restos de semen en sus manos y en sus brazos, hasta el poco en su mejilla. Luego ella fue al baño a terminar de asearse y me trajo algo de papel.
Me limpié como pude, pero mi pantalón tenía secuelas notorias. Tuve que sacar del pantalón mi camisa para cubrir dicha mancha.
Al salir nuevamente, el silencio, una cara de preocupación. Otra vez las culpas se ciñeron sobre ella.
- Esto no puede seguir así… me dijo.
- Entiendo tu preocupación, pero… respondí excusándome.
- No, no lo entiendes… dijo cortante, molesta.
- Entonces explícame para que lo entienda… le pedí.
Su rostro cambió, creo que ella misma no sabía cómo explicarme. Estaba confundida, casi al borde de las lágrimas. Me sentí mal, pensé que había apresurado mucho las cosas… finalmente…
- No sé si lo que me haces sentir está bien o está mal…
Pensé que terminaría conmigo, no la hubiera culpado de hacerlo… Viviana tomó aire y casi al borde de las lágrimas me dijo:
- Solo sé que quiero…
- ¿Sí?... pregunte temiendo lo peor.
- Quiero que me hagas el amor… dijo finalmente y una lágrima resbaló por su mejilla.
La abracé, entendí que no era fácil para ella llegar a ese punto, admitirlo de esa manera. Tuvo que superar todos los miedos que le habían infundido sus padres desde pequeña, sus propios miedos. Esa noche era muy tarde para intentar algo, solo la acompañé a su casa…
- La próxima vez que salgamos no me digas nada… solo llévame… me dijo y me dio un tierno beso.
- Está bien…
Camino a mi casa comencé a planificar la siguiente cita, la llevaría a un hotel, uno bonito, discreto y alejado. Separaría la habitación, llevaría algunas provisiones… si, le va a gustar, pensé.
Luego la recordé con su sumisa aceptación de que eso era lo único que le faltaba a nuestra relación. Habíamos pasado todas las etapas, el siguiente paso lógico era ese, pero ¿era correcto?, comencé a dudar de mis intenciones.
¿La quería? O simplemente era el morbo de este jueguito del gato y el ratón que finalmente yo había ganado. No se trata de que gane o pierda, se trata de una chica, de una buena chica. Una cosa es jugar con una mujer experimentada, otra con ella, la puedo lastimar… pensé.
Nunca había durado más de 2 o 3 meses con una chica, quizás por ello mi prima me decía que era un "verga loca". Sin embargo, con Viviana llevaba casi 5 meses, y sin tener relaciones, solo salíamos y la pasábamos bien. Con ella no me aburría, no necesitaba fingir, era yo. No, esto es diferente, está yendo por buen camino, siento que la quiero, tal vez la ame, me dije. Así acallé mi conciencia.
La siguiente cita dejé todo listo en el hotel y fui a buscarla, estaba nerviosa, sabía a lo que íbamos. Intente distraerla conversando, pero no logré mucho. Ingresamos lo más discretamente al hotel y subimos a la habitación.
Lejos de notar las comodidades del lugar, o el arreglo con pétalos de rosas y esas cosas que preparé, Viviana fue directamente a la cama. Vaya, querrá salir de esto rápido, me dije.
Me eché a su lado y ella rápidamente tomó el control remoto y encendió la tele. A pesar de su arrebato inicial, ahora evadía la situación. Entendí su nerviosismo, así que no la apure, deje que se acostumbrara al lugar.
Tras unos minutos ya conversábamos de lo más normal, reíamos, al rato nos empezamos a besar, intenté desabrochar su blusa… pero…
- No sé, es un poco extraño… lo siento… me dijo, excusándose.
Me paré, apague las luces, la pantalla de 33 pulgadas sería nuestro pequeño cine y el respaldo de la cama nuestras butacas, eso sería menos extraño…
- ¿Y así?... le pregunté.
- Mucho mejor… respondió sonriendo más relajada.
Notó mi intención y el recuerdo de lo que hacíamos en el cine. No debe ser tan malo hacerlo acá, habrá pensado. Solo faltaba la película, cambié de canal y encontré una romántica que ya estaba por terminar…
- Déjala ahí… me dijo, su voz sonaba calmada, hasta risueña.
Incluso me llamó a su lado, recostó su cabeza en mi pecho. En la escena final, donde los protagonistas al fin se besan, ella intentó imitar esa acción y busco mis labios.
Los tiernos besos fueron calentándose, convirtiéndose en lujuriosos. Mis manos desabrocharon su blusa y no hubo objeciones. Al rato ella se despojaba completamente de la blusa y el brasier, era la primera vez que veía su torso completamente desnudo. No pude detenerme mucho en su contemplación, aún quedaba cubierta la otra mitad.
Mientras me dedicaba a acariciar y besar sus senos, me iba despojando de mi camisa. Mi labor me distraía de las caricias que le prodigaba, así que ella me ayudó a desabrocharme.
Despojado de mi camisa, inmediatamente mis dedos hurgaron bajo su pantalón, como lo imaginaba su vagina estaba mojada. Viviana se retorció al sentir mis dedos ingresando por sus labios vaginales. Casi por instinto ella buscó mi verga en mi pantalón, tomó con mayor seguridad mi pene entre sus dedos y empezó a masturbarme.
No quería que este encuentro terminara como en el cine, es decir, una mutua masturbación. Así que notándola súper excitada, procedí a bajarle el pantalón, en su mirada había angustia, ansiedad.
A la altura de sus rodillas su pantalón se trabó. Viviana se encargó de zafarse del resto, actuó sin pensarlo, por el morbo y el cosquilleo creciendo en sus aún vírgenes intimidades. Aproveché para quitarme el pantalón.
Nuevamente mis manos buscaron por debajo de su calzón, que aún llevaba, su conchita. No quería que su excitación disminuyese, que se dejara atrapar por sentimientos de culpabilidad. Viviana imitó mi accionar y busco en mi bóxer mi verga. Su mano logró liberarla de su prisión.
Por fin pudo verla, se sorprendió, una cosa era sentirla, pero otro cantar era apreciarla. No dio fe a sus ojos y su mano recorrió de arriba abajo mi pene, para cerciorarse de que todo eso era mío.
- ¿Pero eso qué es? ¿Un hueso?... exclamó ingenuamente.
- No mi amor, eso es tuyo… le dije besándola risueñamente.
- Danny, en serio… ¿Tú crees que eso me entre?… dijo preocupada.
- Ya verás que sí… respondí sonriendo.
Continué besándola, luego sus senos, mis dedos nuevamente incitaban su conchita, quería que se olvidase de las dimensiones de mi verga. Lo estaba logrando, Viviana gemía y empezaba a pajearme. Es momento, me dije.
Tomé su calzón por ambos lados y empecé a deslizarlo por entre sus piernas, a medida que descubría su pubis y que la tela rozaba sus muslos, su cuerpo se erizaba. En acto reflejo, su mano buscó cubrir aquel hermoso triángulo que sus vellos formaban. Su mano se detuvo en su abdomen. Era tarde ya la había visto.
A través de la tibia iluminación de la tele y de la luz que ingresaba por la ventana la pude apreciar. Era la primera vez que un hombre la veía así, era bella, sus formas armónicas, sus gráciles curvas, su tersa y blanca piel. Siempre enfundada en jeans, nunca pude reconocer que tenía unas bien formadas piernas.
- ¡Que hermosa eres!... exclamé gratamente sorprendido, hasta enamorado diría yo. Quizás ella era mucho premio para mí.
Sonrió por aquel sincero halago, notó en mi voz y tal vez en la forma en que la veía, que no mentía. El resplandor en su rostro, el brillo en sus bellos ojos me hizo entender que estaba lista.
Se levantó un poco, sus labios tocaron los míos, con su mano en mi cuello me atrajo hacia ella. Sin dejar de besarla, me deshice como pude del bóxer, Viviana instintivamente abría las piernas para permitirme ubicarme entre ellas. Ya estaba sobre su cuerpo, acariciando sus cabellos, quizás esperando un gesto de aprobación que me permitiera iniciar aquel ritual que la transformaría en mujer.
- Te amo… me dijo con voz apasionada.
Una enorme alegría me invadió, ninguna mujer me lo había dicho de una forma tan segura, apasionada, sincera.
- Yo también te amo… respondí y en ese momento era cierto.
Fue el gesto de aprobación que esperaba. Ubiqué mi verga entre sus húmedos labios vaginales, esto causó un pequeño remezón en su ser. Fui empujando mi pene y sintiendo como su virgen agujero se iba ensanchando a mi paso. Ella con mueca de sorpresa aceptaba esta incursión.
Sus brazos ladearon mi torso, quizás para acompañar el ritmo de ingreso o para retenerlo llegado el momento. Había terminado el corto recorrido hasta su himen y Viviana lo había soportado.
Con un pequeño forcejeo y empuje logré romper su sello virginal, estaba hecho. Viviana lo sintió y mordiéndose los labios calló un quejido de dolor. Me iba a permitir continuar. Fui hundiendo mi musculosa verga en su estrecha y tibia intimidad,
- Ahhh… ohhh… la escuchaba suspirar quejosamente mientras sus dedos apretaban mis brazos.
- Ya, ya casi… le decía, observando su acalorado rostro.
Una forzada sonrisa en medio de su dulce dolor, me hizo saber que lo entendía y lo aprobaba.
Cuando mi verga llegó al final de su recorrido, pude sentir como se relajaba su cuerpo.
- Ahhh… Uhmmm……gimió ella, me sonó a liberación, después del dolor inicial había algo de satisfacción en esta etapa final.
Sentí como sus paredes se dilataban para hacerme espacio, todo parecía encajar bien. Sus manos fueron dejando de presionar mis bíceps. Su gesto de angustia, de dolor fue amainando. Sus mejillas acaloradas, sus carnosos labios lucían rojizos, húmedos, el brillo en sus ojos eran una invitación.
La besé, en un tierno beso le agradecí permitirme ser parte de esta experiencia, ser el primero en disfrutar de ella, de su cuerpo, de su entrega.
Las manos de Viviana dejaron mis brazos, se pasearon por mi espalda hasta mi cuello, mis cabellos. Los tiernos besos dejaron lugar a los más apasionados, su lengua y los jadeos que los acompañaban me dieron a entender que debía proseguir.
Lentamente fui sacando e insertando mi verga nuevamente en su inexperta conchita. En cada beso iba ahogando un quejido, un gemido. Sentía sus pechos llenarse de aire y tocar mi tórax producto de su agitación.
Dejé de besarla para permitirle respirar mejor y para apreciar cómo su cuerpo reaccionaba ante esta nueva experiencia.
- Uhmmm… fue el primer tibio suspiro, mezcla de gemido y quejido que le escuché al alejarme de sus labios.
La observé, su bello rostro sumergido en una mezcla de emociones, el pausado ir y venir de sus senos. Intenté imitar ese armonioso vaivén, imprimiéndole el mismo ritmo a mis penetraciones.
- Ayyy… oummm….
En su rostro un cándido reproche por mi accionar. Pero sus iniciales quejidos se iban transformando en dulces gemidos, suspiros de placer que me agradecía de cuando en cuando con besos profundos. Veía su cuerpo estremecerse con mi vigor, segundos, minutos, no sabría decirles, solo sé que lo disfruté, no era solo sexo… estábamos haciendo el amor…
- Ahhh… exclamó cuando su ser no pudo aguantar más esa mezcla de emociones, sentimientos.
Esa energía se irradio en todo su cuerpo, haciendo que lo contrajera, que sus manos, sus dedos estrujaran mi espalda. Segundos después derramé mis líquidos en su hasta hace poco virgen cavidad. Un temblorcillo la recorrió nuevamente.
En sus ojos satisfacción, quizás algo de incredulidad por lo sucedido y la forma en que lo había disfrutado.
- Uhmmm… suspiró suavemente, saboreando el último resquicio de orgasmo en su cuerpo.
La besé apasionadamente. Ella me devolvía cariñosamente mis besos, sentía su respiración aun agitada. Me aparté y ella sonreía tiernamente. Ya no era una niña, quizás si en su alma, pero su cuerpo había experimentado la madurez.
Tras unos minutos observándonos, sonriendo, besándonos, quise alejarme… debíamos asearnos se hacía tarde, ella me retuvo a su lado.
- No, no me dejes… me suplicó.
- Tonta, si lo que más quiero es estar a tu lado… le dije.
Después de un rato me permitió desenfundar mi flácido miembro, me recosté a un lado. Ella me siguió, apoyó su cabeza sobre mi pecho. Una lágrima se deslizó por su mejilla hasta mi tórax.
- Hey ¿Qué pasó?... le dije, descubriendo su rostro.
- Nada volverá a ser lo mismo… me dijo preocupada.
Comprendía que ya no era una niña, quizás temía que ante mis ojos ella cambiase, que se perdiera lo bueno de nuestra relación, que solo la viera como un objeto para satisfacer mis necesidades sexuales.
- No… todo será mejor… le dije.
La oscura nube que se había ceñido sobre sus ojos se disipó. Me regaló una hermosa sonrisa, nuevamente nuestros labios se encontraron.
Así terminó nuestro encuentro.
En los días siguientes nadie pudo borrarnos nuestra tonta expresión de dicha. Pero ya habían pasado casi seis meses después de eso. En ese tiempo puedo decir que había sido feliz...
Sin embargo, todo ello se estaba yendo al carajo por mi infidelidad… pero era casi imposible no sucumbir ante las monumentales curvas de Mili… intenté excusarme.
No debí matricularme en ese maldito curso… al menos no en este ciclo… comencé a recriminarme.
- Danny… ya llegamos… me avisó Mili.
- ¿Qué?... Oh… si, bajemos… respondí aturdido.
Mili avanzó hacia mi casa vacía mientras yo le pagaba al taxista.
- Oye hermano, ¿Cómo haces para tener una mujer así?... me pregunto el taxista con una morbosa sonrisa.
- No sé, pregúntale a su enamorado… respondí.
- Jajaja… que buena… eres un pendejo… jajaja… dijo y se fue riendo.
Saque mi llave y caminé hacia Mili que esperaba en la puerta…
- ¿Qué te dijo ese idiota?... preguntó, por el taxista y su sonora risa.
- Olvídalo, no importa… le dije.
Lo que realmente importaba era lo que fuera a pasar dentro de mi casa…
Ref.: Por AdrianReload - TodoRelatos.
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